Para hablar de belleza, o de estética, primero que todo
tenemos que pensar, ¿qué es para nosotros una cosa bonita? ¿Por qué hay cosas
que nos atraen irremediablemente y otras las rechazamos sin piedad? Pero sobre
todo, ¿qué define eso que todos encuentran hermoso y único?
Desde la historia de los tiempos se ha buscado esa
belleza indescriptible que nos deja sin aliento. A las personas nos agrada lo bello
y en ese sentido se han hecho verdaderos esfuerzos por unificar criterios y entender
que aquello que es común no nos resulta tan hermoso como lo extraordinario o lo
exótico. Parece ser que lo inusualmente hermoso nos atrae, y si hablamos de la belleza
del ser humano, el punto de mira se centra principalmente en las mujeres en grado
superior a lo que se llega a admirar la belleza de los hombres.
En este sentido de culto a la belleza del ser humano, especialmente
de las mujeres, se ha hecho todo un blindado tejido de especialistas en
investigar la fórmula del alquimista para volver el plomo en oro y es que todo
el mundo no tiene la suerte de nacer hermoso. ¿O sí?
Porque, si lo inusual y lo diferente o extraordinario es lo
que nos atrae ¿cómo encajamos nosotros en el concepto de belleza? ¿Nos atraen
esas caras y cuerpos perfectos, iguales, sin defectos ni expresión? ¿Quisiéramos
ser así? Y si la respuesta es afirmativa, ¿merece la pena luchar
incansablemente para llegar a tener un perfil que “encaje” con esa belleza que
nos venden como “perfecta”? Pensemos por un momento en ello.
Beti Martí
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